En ese marco, se inscribe una de las cifras más preocupantes que la economía argentino arrojó este año. Agosto registró un descenso de la producción industrial, empujado básicamente por la caída de la fabricación de automóviles. Brasil es nuestro gran comprador de autos y el deteriorado vínculo comercial con el vecino gigante de la región está frenando una de las dos actividades (la otra es la exportación de soja y otros granos) que sostienen un ciclo económico que se va desinflando cada vez más.
La Argentina, y el gobierno de Cristina con dos años por delante, deben reemplazar su estrategia de caprichos diplomáticos por una política con objetivos comerciales bien claros que nos ponga a salvo de un futuro con vacas flacas.
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