13 dic 2013

El nuevo gobierno de Chile enfrentará menos bonanza y más presión social


El Banco Central estima que el PBI se desacelerá en 2014 y podría volver a bajar la tasa, mientras el precio del cobre sigue en caída. Bachelet promete terminar con la desigualdad

Si nada inesperado ocurre en estos días, el próximo domingo Michelle Bachelet se alzará con una victoria aplastante en el ballottage presidencial y volverá a La Moneda por segunda vez, después de gobernar Chile entre 2006 y 2010 y luego del “intervalo” de la derecha con Sebastián Piñera. El último sondeo dado a conocer ayer, de Ipsos, proyecta que sacará 66,6% de los votos, frente al 33,3% de la candidata oficialista Evelyn Matthei. Pero nada será igual a su bautismo en el poder. Esta vez a la ex mandataria socialista le espera una economía que ya da señales de desaceleración y una sociedad que no parece estar dispuesta a aceptar tan mansamente los costos de seguir con el modelo económico neoliberal que impera desde la era pinochetista, sino que demandará más cambios.
A diferencia de muchos países de la región, Chile goza de una envidiable estabilidad y un sano crecimiento. Pero “el milagro chileno” –frase acuñada por Milton Friedman en un paralelismo con el milagro alemán y su impresionante recuperación económica post Segunda Guerra Mundial– también generó enormes brechas en la distribución del ingreso. Chile es, de hecho, el país más desigual de los 27 que conforman la OCDE. Mientras en el promedio de las naciones de este organismo el 10% más rico gana 9 veces lo que gana el decil más pobre de la población, en Chile esa cifra se triplica: el 10% más rico de la población gana 27 veces el ingreso del decil de menores ingresos.
Es en este contexto que Bachelet, que no hizo reformas estructurales en su primer mandato, vuelve. Y lo hace abrazando la idea de transformación que repite donde quiera que va: “Terminar con la desigualdad”.
Básicamente, tres reformas componen su propuesta redistributiva: subir gradualmente los impuestos a las empresas de 20% a 25%, garantizar educación universal gratuita en un plazo de seis años y mejorar el sistema público de salud y pensiones creando, entre otros puntos, una AFJP estatal.
Todo esto, promete, sin dañar la inversión privada y la expansión de la economía, que, según estimaciones de analistas y del Banco Central, se situaría entre 4 y 4,5% en 2014, por debajo del promedio de entre 5 y 5,5% registrado con el actual gobierno.
Varios economistas vinculan la desaceleración de la economía chilena desde hace algunos meses a factores como la caída del precio del cobre, que representa el 60% de las exportaciones y es la principal fuente de ingresos para el fisco, el enfriamiento de la demanda externa y el término de la reconstrucción tras el terremoto de 2010.
En lo que va del año, los ingresos por la exportación de cobre sumaron u$s 37.015 millones, una baja interanual de 2,4%, mientras que por primera vez en casi dos años, el Banco Central recortó en octubre la tasa de interés de 5% a 4,75% y no se descarta que vuelva a hacerlo si la desaceleración continúa.
En plena campaña a contrarreloj, la derecha va un poco más allá y alega que la economía ya está empezando a sentir los efectos del plan de Bachelet y asegura que las empresas están frenando inversiones “asustadas” por la la reforma fiscal. Asegura también que con su plan la expansión será menor a 4%.
El equipo de Bachelet asume que se viene un ciclo de menos bonanza y apuesta a la heterodoxia para responder a la demanda de sectores medios y bajos.“El gasto fiscal tiene que ser contracíclico. En períodos en que la economía crecerá menos que su potencial, deberíamos tener un gasto más alto que el que está planteando el actual gobierno”, señaló a EFE Alejandro Micco, uno de los economistas que asesoran a Bachelet.
Aun así, habrá que ver cómo hará la líder socialista para enfrentar y responder las crecientes demandas sociales. Es probable que el movimiento estudiantil no esté dispuesto a esperar seis años hasta lograr su reclamo de educación gratuita y salga a la calle a marcar la cancha. Y eso, solo por nombrar una de las demandas más complejas que la sociedad chilena arrastra, y que estalló durante el gobierno de Bachelet con la “revolución de los pingüinos” (2006), siguió con Piñera y fue, en definitiva, el principal reclamo irresuelto que echó por tierra cualquier posibilidad de reelección.

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